“El inquisidor”, novela publicada bajo el sello Editorial Planeta a la que su autor Héctor Zagal considera una ficción histórica por las libertades que se permite para lograr una trama redonda, retrata con gran detalle el estilo de vida de la sociedad colonial, donde el poder de la religión llegaba incluso a superar al de las autoridades civiles.
La actuación del tribunal del Santo Oficio en lo que fue la Nueva España provocaba tal terror en la población que muy pocos se atrevían a pronunciar su nombre en voz alta ante el riesgo de que alguien lo malinterpretara y procediera a una denuncia que, por lo general, iba acompañada de los más aberrantes castigos y el escarnio social.
El lujo y la vida de placeres que caracterizaba a los miembros de la clase alta del país contrastaba con el trato que recibían los menos favorecidos en la escala social, quienes, sin embargo, tenían la ventaja de que en muy pocas ocasiones recibían la minuciosa vigilancia de la inquisición, como sí ocurría con los españoles peninsulares y los criollos.
Bajo ese yugo es donde se desarrolla la historia de cuatro jóvenes con vidas de privilegios, que de manera inesperada y debido a una conspiración urdida por quien menos se esperan se ven tocados por una serie de crímenes y envueltos en la persecución implacable de fray joaquín de salazar, el inquisidor, y la arriesgada defensa del jesuita xavier goñi, cuya formación religiosa lo coloca en permanente confrontación con el titular del tribunal del santo oficio.
El Inquisidor, además, permite reflexionar sobre la manera en cómo se fueron construyendo muchas de las creencias que aún rigen las sociedades latinoamericanas, surgidas tras la llegada de los españoles al llamado nuevo continente, y hasta aventurar las razones por las que resulta tan difícil desarraigar formas culturales como el machismo, el clasismo y la doble moral.
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