Concebido para albergar el arte de los creadores del siglo XX, el Museo de Arte Moderno (MAM) del Instituto Nacional de Bellas Artes, enclavado en el Bosque de Chapultepec, cuenta con un jardín, pero no es cualquier jardín, ya que en sus 15 mil metros cuadrados están 67 esculturas de grandes artistas.
Creaciones con formas caprichosas, futuristas, figuras humanas, geométricas, elaboradas en bronce esmaltado, lámina de acero, piedra, mármol, piedra volcánica, madera, hierro esmaltado, se distribuyen en ese espacio. Colección que tuvo su origen en las dos primeras Bienales de Escultura realizadas en los años setenta, cuya sede fue el MAM.
Manuel Felguérez, Juan Soriano, Germán Cueto, Luis Ortiz Monasterio, Juan José Díaz Infante, Hersúa, Vicente Rojo, Sebastián, son algunos de los nombres de los autores de las piezas que han pasado a formar parte del paisaje museístico.
En las décadas de los años ochenta y noventa, nuevas piezas se integraron a la colección, como el Pájaro de dos caras, de Juan Soriano.
Juan José Díaz Infante, el arquitecto que diseñó la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente (TAPO), la Bolsa Mexicana de Valores (BMV), entre otros; como escultor exploró con nuevos materiales y le interesaba la idea del futuro, cómo la humanidad iba a transitar hacia otros espacios y otras formas de vida, en ese contexto hizo un iglú que imaginó como la casa del futuro y llamó Kalikosmia.
Una escultura monumental, transitable y de las preferidas por el público para tomarse fotografías es la de "Los arcos de Roberta", de Sebastián.
Entre las más importantes y representativas está La serpiente, de Mathias Goeritz, la cual estuvo en el patio de su casa, ahora convertida en el Museo Eco de la UNAM, fue trasladada al MAM en los años setenta e incluso durante mucho tiempo fue el logotipo del museo.
En el jardín también hay obras que con el paso del tiempo se reintegrarán a la naturaleza, tal es el caso de la pieza de Ricardo Rendón, Bosque desnudo, elaborada con troncos que fueron decomisados por el gobierno por la tala clandestina, a quien se los donaron y él a su vez donó la pieza al recinto.
Río Papaloapan, de Ángela Gurría, también es de las esculturas que más gustan a los visitantes.
Otro de los atractivos con los que cuenta el Jardín Escultórico del MAM es la fuente restaurada por Laureana Toledo, que tiene un ojo, y el lagrimal es por donde fluye el agua.
Entre las obras que el visitante podrá descubrir en su recorrido por el espacioso lugar se encuentran: Mujer sentada, de Tomás Chávez Morado; Hombre, de Germán Cueto; Dimensión 5, de Yvonne Domenge; Estrella de David, de Mathias Goeritz; La ola, de Vicente Rojo, entre muchas más.
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